La idea central de la obra de Lovecraft se basa en la teoría, según él mismo explicó, de que en otras eras, mucho antes de la aparición del ser humano, la Tierra estuvo habitada por seres esencialmente distintos a nosotros –los llamados primordiales–, que fueron expulsados del planeta o aprisionados por practicar la magia negra, pero que continúan acechando en un plano exterior, esperando el momento de regresar para apoderarse de nuevo del mundo. En uno de los relatos más conocidos de los mitos, El horror de Dunwich, se indica:
“Los Antiguos fueron, los Antiguos son y los Antiguos serán. No en los espacios que conocemos, sino entre ellos. Caminan serenos y primarios, unidimensionales e invisibles para nosotros. El hombre reina donde Ellos reinaron una vez: pronto reinarán donde el hombre reina ahora”.
Pero, a pesar de todo su poder, precisan de la ayuda de aquellos lo bastante inconscientes como para pronunciar los hechizos contenidos en ciertos libros prohibidos –el más célebre es el ficticio Necronomicón, escrito por el árabe loco Abdul Alhazred– que abren las puertas de este universo a esas monstruosidades milenarias.
Los nombres de las criaturas sugieren adecuadamente su espantoso aspecto y sus motivaciones: Hastur –el innombrable–, Yog-Sothoth –el todo en uno y el uno en todo–, Azathoth –el que roe, gime y babea en el centro del vacío final–, Nyarlathotep –el mensajero de los dioses–… y entre ellos, como figura más sobresaliente, el gran Cthulhu, la más temible de una colección de seres cuya mera mención puede hacer perder la cordura.
Cthulhu habita, muerto pero esperando retornar a la vida, en las profundidades del océano, en la ciudad sumergida de R’lyeh, y su descripción es huidiza, por cuanto muy pocos de los mortales que han llegado a verlo pueden soportar su visión lo suficiente como para hacer un resumen de sus rasgos. Se le llama “el de los múltiples tentáculos”, y el relato donde más claramente podemos hacernos una idea del mismo es La llamada de Cthulhu (1928), considerado el verdadero inicio de los mitos.
En él, el protagonista va reuniendo pruebas sobre la presencia de un ente sobrenatural que comienzan con los papeles de un pariente difunto y continúan con testimonios de episodios sangrientos ocurridos en diversas partes del mundo, hasta culminar en el diario del único superviviente de una tripulación que llegó en barco a una isla desconocida –una parte de la citada R’lyeh– en la que se manifestó la criatura.
“No es posible describir a ese Ser; no hay lenguaje que pueda transcribir semejante abismo de locura inmemorial, semejante transgresión de las leyes de la materia, la fuerza y el orden cósmico. Era una montaña lo que caminaba bamboleante”, relata.
Su apariencia se describe antes a través de dibujos y estatuas de sus seguidores como “un monstruo de contornos vagamente antropomorfos, aunque con cabeza de octópodo y cuyo rostro es una masa de palpos, un cuerpo de aspecto gomoso y cubierto de escamas, garras prodigiosas en las extremidades traseras y delanteras y unas alas estrechas en la espalda […]. La impresión general que producía era de vida anormal y del más penetrante pavor”.
El ataque de Cthulhu a la embarcación es una de las escasísimas ocasiones en que uno de los dioses de los mitos realiza una acción directa. Por lo general, su influjo es mucho más sutil, pues se manifiestan en los sueños o se apoderan de las mentes de los humanos. Como consecuencia, se suelen producir muertes sumamente violentas, surgen cultos abominables y algunos artistas y escritores tratan de plasmar obsesivamente el aspecto imposible de esas criaturas.
La creciente certeza de su presencia es el esquema común de muchos de los relatos de Lovecraft, y la certificación final de que existen basta para concluir muchos de ellos de manera espantosa y desesperanzada. Porque, una vez aceptado lo inevitable, la locura o la muerte son la única vía de escape. No obstante, los mitos carecen de una continuidad estructural –son un conjunto de historias aisladas con un denominador común–. La derrota de la humanidad se intuye, pero nunca tiene lugar.