miércoles

EL PODER DE UN DIOS


Título original
Es ist nicht leicht ein Gott zu sein (Hard to Be a God)
Año
1989
Duración
119 min.
País
Alemania del Oeste (RFA) Alemania del Oeste (RFA)
Dirección
Peter Fleischmann
Guion
Jean-Claude Carrière, Peter Fleischmann, Boris Strugatskiy. Novela: Arkadiy Strugatskiy
Reparto
Edward Zantara, Hugues Quester, Anne Gautier, Aleksandr Filippenko, Andrei Boltnev, Mikhail Gluzsky, Pierre Clémenti, Werner Herzog
Música
Jürgen Fritz
Fotografía
Jerzy Goscik, Pavel Lebeshev, Klaus Müller-Laue
Compañías
Coproducción Alemania del Oeste (RFA)-Unión Soviética (URSS)-Francia; B.A. Produktion, Garance, Hallelujah Films, Mediactuel, Sovinfilm, Studio Dowschenko Kiew, ZDF
Género
Ciencia ficción. Aventuras. Drama
Sinopsis
En un futuro la avanzada civilización terrestre descubre un lejano planeta habitado por unos seres completamente humanos pero tremendamente atrasados respecto a la Tierra. La humanidad envía a un equipo científico para investigar el descubrimiento. Una nave es situada en orbita para monitorizar la historia del mundo, y un infiltrado Rumata, es enviado para mezclarse con la cultura nativa, siempre guiado por una fuerte regla de no intervención. (FILMAFFINITY)

Notable propuesta alemana que conjuga la “heroic fantasy” con la ciencia-ficción.

En un futuro en el que la Humanidad ha conseguido llegar a otros planetas, se descubre uno en el que sus habitantes son totalmente humanos y viven en una especie de época cuasi medieval. Uno de los miembros de la tripulación se infiltra en esa sociedad para estudiarlos aparentando ser un noble caballero, Rumata (Edward Zentara), pero la condición de no intervención resultará muy complicada de mantener…

Fleischmann elabora un relato en el que se cuestiona la evolución de la Humanidad: la civilización va hacia una sociedad en la que la búsqueda de la perfección y la paz mundial conlleva pagar el precio de la falta absoluta de empatía. Es un tema que ya se ha tocado alguna vez en ciencia-ficción, una previsión del futuro que supone una imagen pesimista de la propia naturaleza humana, la cual es incapaz de avanzar hacia un estado permanente de paz si no es anulando cualquier tipo de emoción: odio, amor, pasión, etc., precisamente las cosas que nos hacen humanos.

Aparte del mensaje distópico, el filme de Fleishcmann es una aventura de capa y espada, en la que el personaje es un experto en el manejo de las espadas y convive con la cultura de ese nuevo mundo, de forma que se adapta a él como un forastero de noble linaje que viene de tierras lejanas. Rumata verá también señales de avances que son la sombra de inventos muy importantes en su mundo, pero sucumbirán ante el salvajismo y la violencia. En realidad, Rumata es testigo de la crueldad y los éxitos que conformaron la historia de su propio mundo.

La película no es visualmente muy impactante, pues su escenografía no pasa de un par de decorados futuristas y dos o tres pedruscos bien colocados en medio del desierto para simular un poblado. En cuanto a efectos especiales, son escasos y por debajo de la media de lo que ya se podía hacer en 1990. Sus puntos fuertes, por tanto, no están en lo estético sino en lo formal: el guion puede parecer a ratos algo desmadejado, pero su planteamiento resulta muy interesante y sus repercusiones finales dejan al espectador con buenos argumentos para pensar en el mensaje principal del filme. Conviene destacar también tanto la correcta actuación de Edward Zentara, muy por encima de la media del resto del reparto, y una banda sonora acertada con algún que otro corte ochentero

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